Nuevos horizontes

Aunque me toca leer mucho, estar al día de técnicas, experiencias, publicaciones, campañas, herramientas, prefiero hablar no de lo que he oído, o de lo que otros hacen (aunque todas esas cosas son interesantes), sino de mi propia experiencia, de lo que he podido practicar como profesional, de mis personales reflexiones. No lo hago por vanidad, tengo extremo cuidado en no actuar a partir de una visión egocéntrica del mundo; más bien es una suerte de honradez profesional, la creencia de que solo puedes realmente enseñar con entusiasmo, compartir, lo que de verdad sabes.

En mi tarjeta de TRUPP dice que soy Director de Estrategias. A menudo recapacito sobre lo que eso significa, sobre la responsabilidad que entraña. Diseñar, concebir estrategias es pensar en lo qué hay que hacer para llegar a conseguir determinados objetivos. Definir problemas, opciones, soluciones, direcciones, acciones. Todo ello en su contexto, atendiendo a posibilidades reales, recursos, plazos, inercias, y fuerzas de todo tipo, que a veces impelen y otras compelen. Resumiendo mucho, ser capaz de ver a dónde vamos (a dónde queremos ir) y hacer lo necesario para llegar allí.

Si en vez de trabajar en una agencia de comunicación mis pies pisasen la cubierta de madera de aquellos grandes veleros que cruzaban los océanos, diría que yo sería el piloto.

Por eso mucha gente, compañeros de profesión, clientes, competidores, me preguntan, a veces, y yo también lo hago, ¿a dónde vamos?

En estos tiempos cambiantes y difíciles, convulsos, la cuestión se repite todos los días: ¿a dónde va el oficio de la comunicación?, nos cuestionamos si siguen teniendo sentido los conceptos y las estructuras empresariales que hemos conocido. Si es verdad que todos los medios van a acabar confluyendo en una especie de Medio por antonomasia, una nube de información digital, ingente y omnipresente; una especie de nueva deidad que se expresa con flujos de electrones que se manifiestan en Redes Sociales, en todo tipo de dispositivos móviles personales, en televisores inteligentes conectados permanentemente a la red (seguro que dentro de poco alguien acuña un nombre nuevo para estos aparatos), solo diferentes manifestaciones (aunque cada una tenga sus claves) de una misma realidad.

No soy como Jano, ni tengo una cara mirando al porvenir. No puedo asegurar que la agencia digital o interactiva va  a ser el único modelo, ni si las agencias más o menos “convencionales” tienen los días contados, ni si las pequeñas estructuras de personal, por su movilidad y agilidad  van a ser la nueva especie superviviente, como lo fueron los pequeños mamíferos cuando se extinguieron los dinosaurios.

Hoy no voy a hacer predicciones de futuro, voy a hablar de algo que ya está pasando y que es algo diferente. Cuando estoy con mis clientes, más con clientes potenciales o clientes recientes (cuando me estoy presentando), me suelo definir a mí mismo como un hombre de Marketing. Es evidente que por mis años de experiencia y por mi encaje dentro del organigrama de TRUPP, me oriento más al aspecto comunicacional. Sin embargo cuando me defino de esa  forma ante terceros, de manera intencionada intento transmitir la idea de que yo tengo una visión global de una empresa, de que soy capaz de trabajar e integrarme con equipos multidisciplinares, con técnicos, con responsables de productos, de calidad, de investigación, de fabricación, de marketing, con directores comerciales, con responsables de internacionalización…

Tratando con estos profesionales, que son las personas de las empresas para las que creamos nuestras estrategias, me doy cuenta que valoran de gran manera la capacidad de aportar ideas en múltiples áreas. No solo y en sentido estricto de comunicación, no solo creatividad aplicada a la publicidad, creatividad de una manera más amplia.

No es un invento del todo nuevo, por supuesto, e incluso hay agencias o empresas especializadas en generar ideas creativas por y con sus clientes, a través de dinámicas de grupo, integración multidisciplinar, detectando frenos y la manera de desbloquearlos, reinventando, moviendo los productos de categoría, buscando nuevos consumidores. Cuestionándose formas de hacer establecidas en las empresas, aplicando la CREATIVIDAD de una manera sistemática, no solo a la generación de conceptos –que es lo que  lo principalmente veníamos haciendo las agencias- sino a la generación de IDEAS que pueden ser aplicadas en diferentes áreas de la empresa cliente: desde la mejora de la organización, pasando por el producto, su enfoque de venta, y también a la comunicación, por supuesto.

La reflexión es que muchas agencias NO LO HACEN, cuando cuentan, en muchos casos, con profesionales cualificados, con formaciones multidisciplinares, y cuando su proximidad y conocimiento de la empresa cliente suele ser, o al menos puede ser, bastante amplio y bastante íntimo.

Es este valor añadido, esta confianza, la relación diferente a la de un cliente y un proveedor intercambiable, la que se puede crear idealmente entre una marca que quiere IDEAS y SOLUCIONES, y un socio creativo que pueda darle estas ideas.

Es la relación que permite que las agencias no tengamos que estar pendientes del último concurso o de la última subasta de precios.

Es este tipo de relación, la fórmula que va permitir que algunas agencia estén (voy a atreverme a decir estemos) en el mercado, dentro de varios años.

Nos adaptaremos a las diferentes herramientas, haremos campañas integradas digitales y lo que haga falta, siempre lo hemos hecho. Pero lo verdaderamente importante es que seamos capaces de pensar de la forma en que piensan los clientes. Ellos quieren IDEAS, no solo campañas. Ellos quieren que sintamos que su empresa, sus productos, sus problemas son nuestros, y también quieren (sobre todo) que aportemos soluciones que les ayuden a compartir sus éxitos con nosotros.

La verdadera revolución (algunos ya la han hecho) no solo es el cambio de mentalidad, pasar de realizadores a consultores, pasar de proveedores a socios, ampliar la visión, incorporar a diferentes profesionales con amplios conocimientos periféricos y globales. El verdadero reto es convencer a nuestros clientes de que podemos hacerlo, de que nuestras IDEAS son un valor para sus empresas, y de que es justo que cobremos por ello.